Antes de continuar, me gustaría hacer un inciso para rendir un pequeño homenaje, desde aquí, a esa gran familia volibolera, la Cervantina, que se formó hace ya tantos años que ni me acuerdo y que, aún hoy día, seguimos haciendo por mantener, aunque ya sea fuera de los terrenos de juego. Juntas hemos vivido muchas horas de entrenamientos, viajes, partidos buenos y malos, campeonatos, aplausos, amargas derrotas, dulces victorias, en fin, todo aquello que te ofrece un deporte de equipo. Pero también nos hemos divertido fuera de la cancha: lotes de comer, lotes de salir y, por supuesto, lotes de reir. Por todo esto, quiero aprovechar para mandarles un enorme besazo a TODAS.
Dicho esto, continuo. Como podreis imaginar, con tanto deporte a mis espaldas, he sufrido en mis carnes muchísimas agujetas. Y, creía recordar, que en todas partes de mi cuerpo. Sí, Carlos, en todas. Pero no. Quedaba un sitio donde no tenía conciencia de haber sufrido tanto dolor de ese tipo hasta el día de ayer. Me desperté con un dolor de espalda tal que, si me dicen que tengo 100 años y que arrastro un lumbago desde los 80, hasta me lo hubiese creído. Todo porque el día anterior se me ocurrió dar un pequeño paseillo, unos 10 kms. según google, rodeando el centro de Helsinki... Me atavié con lo más cómodo que tenía, teniendo en cuenta que la mudanza aún no ha llegado, y me lanzé a la calle. Nunca andeis 10 kms si no estais ataviados con unos buenos zapatos de deporte, os lo dice mi espalda, que aún hoy renquea. Los míos están de camino y nunca pensé que los echaría tanto de menos. Ésta que veis a continuación es, aproximadamente, la ruta que seguí:
Tardé unas dos horas y, a pesar del frío, llegué sofocada. Como es lógico pensar, los puntos A y B corresponden a la salida y a la llegada. Ahí está situada nuestra casa. Son distintos puntos porque nuestro edificio da a dos calles.
Bueno, esta entrada es una excusa para que empeceis ya a bichear un plano de Helsinki, que seguro que muchos aún no lo habéis hecho, y para que vayais situando nuestra casa, para cuando vengais a visitarnos. No direis que no os lo estamos poniendo fácil, jeje.
También me va a servir para contaros unas de cosillas que tengo pendientes sobre la forma de vivir aquí. Hay un par de cosas que son imprescindibles, una para sobrevivir, la otra para sentirte integrado.
La primera. Desde que llegué a Helsinki, me acuerdo mucho de una amiga alcalareña, con la que me iba a la facultad, que siempre decía: "afortunados los que creen en los pasos de cebra porque pronto verán a Dios". Pues bien, esto aquí se cumple de verdad. A rajatabla. Nunca creas que porque te plantes delante de un paso de cebra, alguien te va a dejar pasar. No tiene por qué. De hecho, no suele ser así. Cuando osas a plantar un pie, como haciendo amago de querer cruzar, el coche en cuestión que se esté aproximando mete un acelerón que te hace no volver a intentarlo "nunca mais". Hay mucho Raikonnen por aquí suelto, David.
La segunda me encanta. Aquí, por mucho que llueva, no tienes por qué llevar paraguas. Hombre, si llueve mucho, mucho, es aconsejable, claro. Pero nuncas serás visto como un bicho raro si, bajo tu responsabilidad, decides no hacerlo. Lo cierto es que aquí llueve con bastante frecuencia pero es lo que se conoce, según Dani, como un "riego por goteo". Esta definición es lo suficientemente explicativa y hace que se vea como algo normal y obvio el que la aquí la gente no quiera ir cargando con semejante trasto, prácticamente, todo el año.
No quisiera acabar sin recordaros otra factor importante a tener en cuenta a la hora de sentirte como un auténtico ciudadano de Helsinki (concretando para evitar, nuevamente, el debate) y del que hemos hablado anteriormente: las apuestas. Vuelvo a mencionarlo para que vayais ordenando ideas. Pues, hablando de apuestas y gracias a una, anoche cenamos en Chez Dominique. Si, es un restaurante de esos en los que la carta la forman varios menús en los que lo único que el cliente elige son el número de platos sorpresa que va a degustar y, también, como datos significativos, eso de que la comida se pierde dentro de un inmenso plato y que el camarero tarda más en explicarte el contenido del plato que tú en comértelo. Pues bien, dos cosas que debeis saber por si algún día os teneis que enfrentar a esta desagradable experiencia (jeje): la primera es que debes esperar, pacientemente, a que el camarero sea el que te ponga la servilleta en las piernas. Si ya ves que te sirven el primer plato y no lo han hecho, procede tú mismo. La segunda es que, aunque parezca increíble, acabas hasta de comida hasta las cejas. Entiendo que no me crean. Yo no lo haría. Vayan a cualquier "dos estrellas de la Guía Michelín" y compruébenlo.
Y, como está feo hablar de dinero aquí, en público, me guardo para mis adentros lo que nos costó la gracia.
Bueno, pues hasta la próxima, es todo.
Uy, ahora, releyendo, parece dar la sensación de que lo de las apuestas es una inclusión, forzada, para soltar la pegotada de la cena, ¿verdad? Absolutamente, no. Recuerden, es para ordenar ideas...