Estos días ando bastante nostálgica y los últimos acontecimientos no hacen sino reforzar esta sensación. Lo bueno es que me gusta sentirme así, me gusta notar como cosas que pudieran parecer insignificantes me emocionan, como preparar las fotos que pondrán el broche a esta entrada, eso me hace sentirme bien, viva. Lo malo es que la nostalgia también me entristece y yo no tengo motivos para estar triste, no sería justo, soy feliz.
Contextualizo.
Mi madre y Maricarmen, la prima de Blanes, estuvieron aquí a principios de mes. Los días previos mucha gente me decía lo nerviosa que estaba mi madre por venir. Es lógico, soy una de sus niñas de su alma, vivo lejos desde hace más de un año y aquí en febrero-marzo hace un frío que te cagas. Razones más que de sobra para sentirse pelín impresionada por el viaje, normal. Eso ya hizo que yo pasase una semana previa bastante agitada también. Estaba deseando verla llegar, enseñarle todo lo que llevaba tanto tiempo queriendo que conociese: mi casa, mi barrio, mis nuevos amigos, mi vida finlandesa. Siempre he vivido tan cerca de ella que se me hacía raro pensar que todo esto no formase parte también de su día a día. Y por otro lado tenía mil cosas que hacer con el regreso a Sevilla a la vuelta de la esquina, pero eso sería antes y después de que se fuesen, eso lo tenía claro.
Mientras estuviesen aquí todo mi tiempo sería para ellas. Para mi madre por ser mi madre y para Mª Carmen por estar siempre ahí, antes y, sobre todo, ahora. Y porque es madre también y eso se nota, por ejemplo, en detalles como éste:
Pues bien, estas dos mujercitas llegaron, vieron y vencieron. Llegaron sanas y salvas, que haciendo escala en Alemania no es fácil. Vieron, y jugaron, y rieron, y contaron, y cayeron, y saltaron, y sobre todo, se diviertieron. Y vencieron, porque aguantarme diez días seguidos, sin un Dani (que andaba de viaje) conciliador de por medio, tiene un mérito infinito.
El caso es que me han hecho reír y me han mimado muy mucho a partes iguales .Esos cariñitos que sólo una madre puede darte, a mí me los dieron dos. Y esa tranquilidad de que nada puede pasarte porque ella está siempre ahí cerca, a un palmo de distancia. No sé, me he sentido extraña. Haciendo de madre y de hija a la vez. Mostrando cosas nuevas a esa persona que se ha pasado años enseñándomelas a mí. Peleándome por pagar (cuántas veces juré de pequeña que nunca lo haría), viendo cómo se las entienden con un taxista estonio, comprobando que hacen unas fotos estupendísimas, verlas salir corriendo al ojopatio gritando "¡¡nieva!!", escuchando historias de un tal Leuri, comiendo tartas de zanahoria y queso en porciones que al final fue de lonchas, comiendo un pulla tras otro, preguntando a un camarero si el barco en el que vamos montadas va a Helsinki y no a Estocolmo, hablando en catalán - ¡ah, no! :P -, dando infinitas vueltas por encima de una iglesia construída en roca, jugando a ser espadachines con carámbanos, esperando que tres autobuses de rusos dejasen tranquilo a Sibelius, jurar que no compraríamos más pasteles a una chica que no estaba por la labor de venderlos, echarme cremita de manos al levantarme y antes de dormir y alguna que otra vez en alguna cafetería, decir una y otra vez lo increíble que es poder ver como el mar está congelado, no-haciendo el ángel porque estaba la nieve dura...
No puedo parar de reír mientras veo el vídeo una y otra vez. N sé si me perdonarán esta jugarreta pero yo estoy orgullosísima de las dos. Lo único lamentable del vídeo es la voz repelentosa que se escucha de fondo, el resto es lo más. La una diciendo que mejor hacer el ángel bocabajo, ¡dónde se ha visto!, y la otra revolcándose como un flamenquín, jajaja, ¡qué grandes!
Y para compensar lo anterior, este regalito va por vosotras. Gracias, mil gracias por esto días inolvidables, por llenarlos de buenos momentos. Pero sobre todo gracias por sentiros ahí, siempre, tan cerquita de mí.
Mamá, te quiero.
Maricarmen, te haces querer.
Vosotras si que sois un verdadero regalo.
Contextualizo.
Mi madre y Maricarmen, la prima de Blanes, estuvieron aquí a principios de mes. Los días previos mucha gente me decía lo nerviosa que estaba mi madre por venir. Es lógico, soy una de sus niñas de su alma, vivo lejos desde hace más de un año y aquí en febrero-marzo hace un frío que te cagas. Razones más que de sobra para sentirse pelín impresionada por el viaje, normal. Eso ya hizo que yo pasase una semana previa bastante agitada también. Estaba deseando verla llegar, enseñarle todo lo que llevaba tanto tiempo queriendo que conociese: mi casa, mi barrio, mis nuevos amigos, mi vida finlandesa. Siempre he vivido tan cerca de ella que se me hacía raro pensar que todo esto no formase parte también de su día a día. Y por otro lado tenía mil cosas que hacer con el regreso a Sevilla a la vuelta de la esquina, pero eso sería antes y después de que se fuesen, eso lo tenía claro.
Mientras estuviesen aquí todo mi tiempo sería para ellas. Para mi madre por ser mi madre y para Mª Carmen por estar siempre ahí, antes y, sobre todo, ahora. Y porque es madre también y eso se nota, por ejemplo, en detalles como éste:
Pues bien, estas dos mujercitas llegaron, vieron y vencieron. Llegaron sanas y salvas, que haciendo escala en Alemania no es fácil. Vieron, y jugaron, y rieron, y contaron, y cayeron, y saltaron, y sobre todo, se diviertieron. Y vencieron, porque aguantarme diez días seguidos, sin un Dani (que andaba de viaje) conciliador de por medio, tiene un mérito infinito.
El caso es que me han hecho reír y me han mimado muy mucho a partes iguales .Esos cariñitos que sólo una madre puede darte, a mí me los dieron dos. Y esa tranquilidad de que nada puede pasarte porque ella está siempre ahí cerca, a un palmo de distancia. No sé, me he sentido extraña. Haciendo de madre y de hija a la vez. Mostrando cosas nuevas a esa persona que se ha pasado años enseñándomelas a mí. Peleándome por pagar (cuántas veces juré de pequeña que nunca lo haría), viendo cómo se las entienden con un taxista estonio, comprobando que hacen unas fotos estupendísimas, verlas salir corriendo al ojopatio gritando "¡¡nieva!!", escuchando historias de un tal Leuri, comiendo tartas de zanahoria y queso en porciones que al final fue de lonchas, comiendo un pulla tras otro, preguntando a un camarero si el barco en el que vamos montadas va a Helsinki y no a Estocolmo, hablando en catalán - ¡ah, no! :P -, dando infinitas vueltas por encima de una iglesia construída en roca, jugando a ser espadachines con carámbanos, esperando que tres autobuses de rusos dejasen tranquilo a Sibelius, jurar que no compraríamos más pasteles a una chica que no estaba por la labor de venderlos, echarme cremita de manos al levantarme y antes de dormir y alguna que otra vez en alguna cafetería, decir una y otra vez lo increíble que es poder ver como el mar está congelado, no-haciendo el ángel porque estaba la nieve dura...
No puedo parar de reír mientras veo el vídeo una y otra vez. N sé si me perdonarán esta jugarreta pero yo estoy orgullosísima de las dos. Lo único lamentable del vídeo es la voz repelentosa que se escucha de fondo, el resto es lo más. La una diciendo que mejor hacer el ángel bocabajo, ¡dónde se ha visto!, y la otra revolcándose como un flamenquín, jajaja, ¡qué grandes!
Y para compensar lo anterior, este regalito va por vosotras. Gracias, mil gracias por esto días inolvidables, por llenarlos de buenos momentos. Pero sobre todo gracias por sentiros ahí, siempre, tan cerquita de mí.
Mamá, te quiero.
Maricarmen, te haces querer.
Vosotras si que sois un verdadero regalo.
My mom in Helsinki from Marta Comesaña on Vimeo.