lunes, 15 de marzo de 2010

Fin de semana en Levi con cumpleaños muy, muy feliz

El pasado sábado fue el cumpleaños de Dani o, lo que es lo mismo, la excusa perfecta para irnos de fin de semana a Levi, a unos 1.000 kilómetros al norte de Helsinki.



Unos conocidos nos habían dicho que no podíamos dejar de ir allí. Nosotros, tentados por la necesidad de vivir aventuras de invierno laponas, nos encajamos allí el pasado viernes. Ha sido espectacular. Para mí, la ruta de 8 horas en moto de nieve se lleva la palma pero no se queda atrás el paseo en trineo tirado por huskys, el haber visto una tímida Aurora Polar verdosa, el conocer a un Chamán o el integrarnos en la vida nocturna de un parque temático con sabor rancio, en la que no han faltado conciertos "a lo Medina Azahara" y karaokes.

El viaje comenzó el viernes. Llegamos al aeropuerto de Kittilä, a unos 20 minutos de Levi. En realidad, Levi es una montaña, considerada la mejor estación de esquí de Finlandia, que se encuentra en Syrkka, un pequeño resort turístico dónde hemos pasado un par de días. Esa tarde dimos un paseo para inspeccionar los aledaños de algo que se me antoja parecido a Sierra Nevada y que en verano tiene que ser algo así como Matalascañas en invierno. Nuestro apartamento, que no puedo dejar de contar que se llamaba Moonlight (ahí queda...), estaba a escasos metros de una de las bajadas de la enorme estación de esquí de Levi. He leído en algún sitio que tiene capacidad para 25.000 personas cada hora, ahí es nada. Allí nos topamos con críos dando saltos de campana antre nuestros atónitas miradas. Justo enfrente de estas pistas nos paramos ante un after-sky, que no es otra cosa que gente cantando al unísono, dándolo todo encima de las mesas y bebiendo como si fuese a acabarse el mundo, de manos de un disjokey entregado a la causa, al aire libre (un aire de -10ºC) y perfectamente uniformados con vestimentas de haber -o de como si hubiesen- esquiado.



Por la noche fuímos a cenar a un restaurante típico lapón, con su fogata encendida manteniendo caliente la comida que nos íbamos sirviendo a modo de buffet: carne y costillas de reno y más carne y chorizo y salchichas y más carne y algo de puré de patatas para acompañar y más carne... Vamos, algo muy digestivo para una noche que no había hecho nada más que empezar. Como era de esperar, el concierto de pop-rock meloso por el que pagamos 19 euros y el karaoke, con una media de edad de unos 120 años, se nos atragantó.

El día siguiente nos esperaba con el alquiler de motos de nieve durante seis horas que al final resultaron ser 8, entre el almuerzo con un Chamán y paradas en lo alto de una montaña con vistas de vértigo. Y es que lo emocionante de esta experiencia no se limita a la propia conducción, sino a lo que se te va quedando grabado en la retina a medida que te vas adentrando en los parajes más vírgenes de la laponia finlandesa.



Más o menos cuando llevábamos un par de horas haciendo rugir a semejantes fieras, hicimos una parada en una sábana helada, completamente salvaje y rebosante de nada que no fuese nieve, en la que el guía, un hombre cincuentón y con semblante campechano, nos indicaba cuál era nuestro destino. Ninguno nos podíamos creer que áquello fuese cierto por más que él insistía. En la lejanía, dónde alcanzaba nuestra vista, se podía divisar una montaña a cuya cima, desnuda, parecía no querer llegar ni los árboles, que iban desapareciendo a mitad de camino. Aproximadamente una hora después, nos vimos llegando allí, subiendo unas pendientes de vértigo y coronando una cima desde la que sentí unas sensaciones tan exóticas que no consigo encontrar palabras que las describan.



























De allí nos fuímos a almorzar y nuestra sorpresa fue ver cómo un Chaman nos abría las puertas de su casa, situada en medio de cualquier lugar, y nos ponía por delante sendos platos de lo más parecido a puchero con lo que me he podido topar por aquí, con su carne despedazá y sus buenos cachos de papas. El mejor invento para entrar en calor junto con una chimenea de leña que, por supuesto, también nos acompañaba. De fondo, el sonido en directo de un tambor chamánico que nos iba envolviendo, uno a uno, para terminar fundiéndose lentamente con el chisporroteo de la leña que nos caldeaba al mismo son que la luz de las velas.



























Durante la vuelta traté de memorizar cada instante, cada visual, cada encuadre, recordándolos una y otra vez. Íbamos de vuelta acompañados por un sol que, lentamente, iba perdiéndose por el horizonte bañando de una luz espectacular el paisaje que íbamos dejando tras nuestro paso.

Nada más llegar al apartamento nos dimos una merecida sauna. Del resto de la tarde-noche cabe destacar una leve aurora boreal verdusca que pudimos ver antes de entrar en el restaurante donde, nuevamente, nos dimos un nuevo homenaje. No se dejó ver demasiado pero allí nos vimos dando botes, saltos y brincos, esperando que áquello fuese a más. Pero fue a menos. Fue bonito mientras duró...

Al día siguiente fuímos a montarnos en trineos tirados por huskys siberianos y de Alaska: ¡menuda fuerza se gastan perrillos de tan pequeño tamaño! En cada trineo íbamos dos, el de detrás, de pie, es el que lo dirigía. En nuestro caso, yo iba sentada haciendo o, más bien, intentando hacer fotos y Dani llevaba el control o se suponía que lo llevaba. Lo cierto es que los huskys son los que verdaderamente dominan la situación, por lo menos, ante nuestra perfecta inexperiencia. El trayecto fue de unos 10 kilómetros y duró una media hora. Pues bien, sólo habían pasado 5 minutos cuando Dani se cayó dejando el trineo a la deriva conmigo, acojonada, dentro, sujetándome a todo lo que podía. Tranquilos, que no cunda el pánico, no hubo que lamentar daños. Además, esto sirvió para que Dani pudiese experimentar lo que se siente yendo de copiloto de una moto de nieve con un piloto altamente experimentado, ¡no hay mal que por bien no venga! :) Por supuesto, tras esta desaveniencia guardé la cámara de fotos, (¡más vale prevenir que curar!) no sin antes haber sacado alguna imagen que poder mostraros aquí y ahora.


































Ya por la tarde, antes de coger el avión que nos pusiese rumbo a Helsinki, me fuí en busca de un río por el que habíamos pasado el día anterior con las motos. Y lo encontré. Espero que os embelese como lo hizo conmigo.



































Pues nada, esto es lo que han dado de sí apenas dos días de inmersión en la Finlandia más auténtica. Espero haber sido capaz de acercaros un poquito a lo que huele aquéllo. A nosotros sólo nos faltó esquiar pero, ¡qué demonios, eso lo podemos hacer cualquier día!
Y yo no sé vosotros qué hareis, pero yo, a Laponia, vuelvo.

8 comentarios:

  1. Se nota que lo habeis pasado de lujo.
    Por lo que se ve en la fotos, tiene que ser impresionante.


    Yo quiero ir.

    Besitos

    ResponderEliminar
  2. solo puedo decir: envidia, envidia, envidia...

    ResponderEliminar
  3. Dani, muchas felicidades, aunque muy atrasadas. La verdad es que te recordé el día antes, cuando Google me avisa al móvil de los acontecimientos importantes, pero el día del cumple, pos lo olvidé. Sorry :-( Espero que cumplas muuuuuuuuuuuchísmos mas, y la verdad es que debe haber sido una celebración de los mas impactante por lo que contais y mostrais.

    Os mando un beso mu grande y seguid disfrutando mucho.

    ResponderEliminar
  4. Pero que bien que debísteis pasarlo. Me encantaria ir, pero sabeis,? me da miedooooooo tanta nieve, moto y perros, yo quizas que me quede para verlo en la tele. jeje

    Me alegro de que vuestras experiencias sean cada vez mayores y que el día a día tambien funcione.
    A seguir pasándolo bien y aprovechandolo todo, todo, todo, porque eso será lo que vais a ganar.

    Besitos muuuu fuertes

    ResponderEliminar
  5. Sin palabras me has dejado;ya las pusistes tu sóla Martita!.Me alegra ver que estáis aprovechando todo todo,hasta auroras boreales!
    Felicidades atrasadillas Dani! por cierto,que cuando vaya para allá te quiero ver con el "carné profesional de conductor de perros sacado" besazos a los dos.

    ResponderEliminar
  6. Pobres perros,jajajajaj, dejarse conducir por el tipo grande.

    Bueno, estoy con Cris... envidia DE LA MALA!!!!

    jajajajajaja.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  7. impresionante, darling! felicidades muy atrasadas a dani también

    ResponderEliminar
  8. Qué experiencias tan fantásticas. Como vereis, no hay por estas tierras nadie que sienta envidia, jejeje. Pero la verdad es esa, muuuuuuucha envidia de lo que estais viviendo, tan diferente, tan exótico y tan lejos de nuestro esquema de tierras lejanas. Nunca se nos ha ocurrido acercarnos a ese tipo de latitudes, y ahora que te oigo me da rabia no haberlo hecho. Bueno, no dejes de contarnos cosas de vuestros descubrimientos por esas tierras, y empaparos de todo, todo y disfrutad muchísimo. Llevo dias viendo las temperaturas mínimas y máximas en Helsinky y brrrrr ... ¡qué frío!
    Un beso mu grande pa los dos, desde Málaga.

    ResponderEliminar