A medida que ha ido pasando este año, me he ido marcando propósitos que quería cumplir durante mi estancia en Finlandia. Como estamos ya en diciembre y pronto vuelvo a Sevilla por Navidad, muchos de ellos los he pospuesto para el próximo año que está a puntito de comenzar. Pero resulta que el fin de semana pasado cumplí un par de ellos de golpe: por fin puedo decir que he estado en Loviisa y ¡tachán!, lo que siempre quise hacer pero pensé que nunca me atrevería: ¡avantouinti!!!
Bueno, para ser rigurosos, avantouinti significa 'natación en el agua helada' y yo no he llegado a tanto. Pero sí estaba en la sauna y de repente, sin pensarlo demasiado, me vi andando descalza por un camino cubierto de nieve, desnuda en medio de la nada, hacia un agujero negro negro, como la boca de un lobo. Cuando me quise dar cuenta estaba metida en él. Sólo fueron un par de segundos supongo, lo justo para poder sentir los pinchazillos del frío azotando sobre MI cuerpo mojado durante el camino de vuelta hacia la sauna, donde volví a entrar en calor.
Increíble. Aún no me lo creo. Y no me pidáis que explique más porque es inexplicable. Lo sé, suena a tópico, pero por más que a mí me decían, me contaban, por más vídeos que he visto, por más todo, hay que hacerlo. Es la única forma de comprender esa sensación tan alucinante.
Desde luego, esta experiencia al fin hecha realidad, ha eclipsado un poco el sinfín de actividades previstas para ese fin de semana en Loviisa que, por cierto, ha superado las expectativas. El pueblo es precioso, nos nevó mucho, muchísimo, había mercadillo navideño, vimos una representación de Santa Lucía y casi nos topamos con Papá Noel si no fuera porque nos entretuvimos tomando Glögi con unos anfitriones que nos han tratado como reyes.
Loviisa sobre todo es un lugar cuco, cuquísimo, donde viven muchos artistas que le dan ese toque bohemio que tiene. El mismísimo Sibelius disponía allí de su residencia de verano. Era difícil hacerse una idea de cómo están distribuídas las casas, las calles, los caminos,... con la nevada que cayó durante todo el día. Fue tal que todo parecía dispuesto aleatoriamente, al azar, entre aquel manto blanco que cubría el pueblo casi por completo. Lo hacía mágico, de cuento.
Estuvimos dando una vuelta por el mercado navideño, pero era imposible disfrutarlo con semejante tormenta que andaba cayendo sobre nosotros. Ya digo que no vimos a Joulupukki pero vamos, con toda la nieve que teníamos encima cualquiera de nosotros podía haberse hecho pasar por él.
Mientras andábamos por allí, nos cruzamos con una niña vestida de Santa Lucía y seguida por otras tantas. Se pararon ante nosotros y ante el resto de gente que allí había para cantar un par de cancioncillas y volvieron por donde había venido. Todo muy campechano y austero pero con mucho encanto.
Normalmente Loviisa está llena de turistas en verano. Es en ese momento cuando muchos propietarios de casas centenarias abren sus puertas al público para mostrar el lugar donde viven. Son casas de madera totalmente restauradas por sus dueños y con unos cuidadísimos jardines donde ofrecen café y dulces típicos finlandeses. Ahora en invierno muchas de estas casas dejan de estar expuestas pero hemos tenido la suerte de poder entrar en un par de ellas. La entrada es gratuita pero si quieres puedes degustar algún pastel casero hecho por ellos mismos o, incluso, comprar algún souvenir, como babuchas o adornos navideños de diseño finlandés. Lo de los jardines me llamó especialmente la atención, me encantaría volver en época estival para verlos y, ya de paso, darme un chapuzón en la playa que estos días no es más que una esplanada infinita de hielo, nieve y más nieve.
Y ya por último, lo que os decía del reconfortante chapuzón en el Báltico entre sauna y sauna. Me encanta cómo lo ha contado Dani en su Fotolog, así que os remito a él. Ahí os dejo unas fotos, tanto de la cabañita donde estaba la sauna, como del agujero donde nos bañamos al fondo del camino que tuvimos que andar para llegar a él: ¡quiero repetir, quiero repetir, quiero repetir!
Sólo me queda agradecer infinitamente a Ruth y a Marko por su acogida y por darnos la oportunidad de pasar un fin de semana inolvidable. Amenazamos con ir y lo cumplimos. Ahora, por vuestra culpa, no nos quedará más remedio que volver :P