Durante el invierno, mientras nos tomábamos un chocolate caliente en Kapelli para combatir el frío, veíamos, frente por frente un cubo acristalado, cerrado, con pinta de habitación para nada pero con apariencia de tener alguna utilidad más aparte de la de reposar ahí, en pleno corazón de la ciudad.
Hace un par de meses, coincidiendo con la llegada del buen tiempo - llamesé buen tiempo a un cielo normalmente despejado y temperatura media de unos 15ºC - por fin pudimos despejar las dudas. Es un lugar en el que cada día hay actuaciones de todo tipo. Merece la pena pasar por ahí y parar, al menos un par de minutos, para prestar atención a lo que ese día toque: música clásica, coro de voces a capela, grupos de rock adolescentes o negros percusionando. Todo tiene cabida ahí. Y, si es verdad que merece mucho la pena, es posible disfrutarlo sentado en uno de los bancos colocados frente al escenario para ese fin.
Pero de todas las actuaciones que he tenido el gusto de ver, unas de pasada, otras quedándome embelesada y alguna que otra sin pena ni gloria, sin duda alguna la que se lleva la palma es la de los grupos de niños de colegio, celebrando el fin de curso con versiones de lo más variopintas, la mayoría de ellas de temas célebres muchísimo antes de que algunos padres de los protagonistas fuesen concebidos. Ahí es nada. Menuda fiesta tenian montada los chavales. Normalmente en los bancos hay algunas personas sentadas, pocas. El resto, el que está de pie, va yendo y viniendo, pero siempre son distintas las caras cada vez que uno pasa. Pero en este caso no era así. Yo pasaba rápido cerca de ahí para hacer unos recados, hasta que escuché un griterío propio de un concierto de Hanna Montanna y no tuve más remedio que desviar mi camino. Después de quedarme un rato embobada, esbozando una sonrisa y observando tal expectación, decidí ir a por la cámara para poder compartirlo con vosotros. Aproximadamente tardé una media hora. Cuando volví no sólo estaban exactamente los mismo que ya estaban, ocupando sus mismos sitios, si no que había aún más gente, saltando, brincando, tocando palmas y entonando todas las canciones. Sobre todo a pie de escenario, cómo deber ser. Y los chicos, cada vez más entusiasmados, como no podía ser de otra manera visto el fenómeno fan, dándolo todo. Nunca ví aquéllo, ni de lejos, tan animado. Me encantó. Ahí os dejo con una pequeña muestra de lo que aconteció. No fue de las mejores ni de las más animadas pero la canción me hizo decantarme por ella. ¡Ala, qué lo disfruten!
¡¡¡COMO MOLA!!!
ResponderEliminarQue chulo y que cielo tan azul.
ResponderEliminarBesitos.
jajajaja, se lo pasan bomba! pero que poco arte los finlandeses tocando las palmas!
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