Lo primero, ante la avalancha de preguntas, Otsikko Helsinkiin significa Rumbo a Helsinki, como no podía ser de otra manera. Y lo segundo, el teclado en el que escribo, hasta que llegue mi ordenador, es suomi, lo que significa, entre otras cosas aún por descubrir, que no tengo aquella letra que tanto nos representa...
Pues nada, ya estamos aquí.
Las primeras impresiones son muy buenas. La gente es muy amable, sobre todo habiendo escuchado siempre todo lo contrario. Tenemos una vecina (vamos, pensamos que es nuestra vecina, igual es nuestro ángel de la guarda) que cada vez que nos ve, con cara de panolis supongo, nos ofrece su ayuda. De momento no nos ha hecho falta pero quién sabe, es de agradecer, of course.
Hace frío, mucho. Era de esperar: un buen chaquetón, unos guantes, bufanda, gorro... Es relativamente fácil combatirlo, al menos, por ahora. El problema viene cuando te intentas integrar en la vida diaria y te echas a la calle a hacer varios mandados: ¡menudo coñazo! Claro, bien tapadita por la calle que hace frío pero cada vez que traspasas un umbral, ¡vaya bochorno! Os cuento mi mañana e intentaré que lo entendais: he ido a nuesro banco finés, Nordea, a presentar un documento firmado en el que, por lo visto, dice que me otorgan una tarjeta de crédito. Mientras esperaba a que me recibiese la Srta. Noora Hammar me empezó a entrar una calor que hizo que me quitase cada complemento que llevaba. Justo cuando acabo, me recibe, estoy un par de minutos con ella y para la calle. Decido ponerme todo, menos el gorro, porque voy cerquita de allí a comprar un teclado y un ratón inalámbrico. Como no podía ser de otra forma, al entrar en Stockmann, un centro comercial del estilo de nuestro Cortinglés, me tengo que volver a quitar todo. Hago las gestiones oportunas, no más de 20 minutos, y vuelta a empaquetarme. Lo peor estaba por llegar. Me paro en un supermercado cerca de casa, cojo una cesta, entro (por supuesto con la bolsa del Stockman a cuestas) y empiezan los agobios de multitud de prendas que me protegen, en ese momento, de nada. Me quito los guantes y el gorro y cómo buenamente puedo los guardo en el bolso. Me quito el chaquetón y me lo cuelgo del mismo brazo en el que llevo la bolsa. Y en la otra la cesta, cada vez más llena... Y todavía me queda pagar, volver a enguatarme e intentar llegar a casa con tanta cosa en lo alto. En fin, todo esto para haceros ver que el mérito que tienen estos finlandeses no es soportar el frío sino acostumbrarse a vivir su día a día con él sin perder la paciencia y con una habilidad que a mi me ha dejado pasmada. O, más bien, creo que los he dejado yo pasmado a ellos con tanta torpeza.
Todo lo anterior lo he hecho sola. Y muy orgullosa que me siento. He hablado poco, lo justo, pero suficiente para llevar a cabo todas las tareas satisfactoriamente. Hoy ha sido fácil, ya os iré contando más adelante.
Y lo último pero no menos importante. Todas las semanas tenemos reservada una hora de sauna en la parte baja del edificio, los miércoles de 8 a 9 de la tarde. Hoy a sido nuestro primer día y estamos encantados con la experiencia, encantadoramente reventados. De vuelta, nos ha caído la primera nevada. Ahora mismo nos asomamos por la ventana y vemos todo el patio interior blanco, blanco como la nieve, claro, ¡es que es nieve! Es lo que tiene estar a 0,8 grados...
Sólo añadir que esta entrada ha sido pelín más larga, sólo para compensar la falta de foto/s. Hasta que no llegue la mudanza no tendré forma de pasarlas de la cámara al ordenador :(
¡Besos adornados con copitos de nieve!
Pues nada, ya estamos aquí.
Las primeras impresiones son muy buenas. La gente es muy amable, sobre todo habiendo escuchado siempre todo lo contrario. Tenemos una vecina (vamos, pensamos que es nuestra vecina, igual es nuestro ángel de la guarda) que cada vez que nos ve, con cara de panolis supongo, nos ofrece su ayuda. De momento no nos ha hecho falta pero quién sabe, es de agradecer, of course.
Hace frío, mucho. Era de esperar: un buen chaquetón, unos guantes, bufanda, gorro... Es relativamente fácil combatirlo, al menos, por ahora. El problema viene cuando te intentas integrar en la vida diaria y te echas a la calle a hacer varios mandados: ¡menudo coñazo! Claro, bien tapadita por la calle que hace frío pero cada vez que traspasas un umbral, ¡vaya bochorno! Os cuento mi mañana e intentaré que lo entendais: he ido a nuesro banco finés, Nordea, a presentar un documento firmado en el que, por lo visto, dice que me otorgan una tarjeta de crédito. Mientras esperaba a que me recibiese la Srta. Noora Hammar me empezó a entrar una calor que hizo que me quitase cada complemento que llevaba. Justo cuando acabo, me recibe, estoy un par de minutos con ella y para la calle. Decido ponerme todo, menos el gorro, porque voy cerquita de allí a comprar un teclado y un ratón inalámbrico. Como no podía ser de otra forma, al entrar en Stockmann, un centro comercial del estilo de nuestro Cortinglés, me tengo que volver a quitar todo. Hago las gestiones oportunas, no más de 20 minutos, y vuelta a empaquetarme. Lo peor estaba por llegar. Me paro en un supermercado cerca de casa, cojo una cesta, entro (por supuesto con la bolsa del Stockman a cuestas) y empiezan los agobios de multitud de prendas que me protegen, en ese momento, de nada. Me quito los guantes y el gorro y cómo buenamente puedo los guardo en el bolso. Me quito el chaquetón y me lo cuelgo del mismo brazo en el que llevo la bolsa. Y en la otra la cesta, cada vez más llena... Y todavía me queda pagar, volver a enguatarme e intentar llegar a casa con tanta cosa en lo alto. En fin, todo esto para haceros ver que el mérito que tienen estos finlandeses no es soportar el frío sino acostumbrarse a vivir su día a día con él sin perder la paciencia y con una habilidad que a mi me ha dejado pasmada. O, más bien, creo que los he dejado yo pasmado a ellos con tanta torpeza.
Todo lo anterior lo he hecho sola. Y muy orgullosa que me siento. He hablado poco, lo justo, pero suficiente para llevar a cabo todas las tareas satisfactoriamente. Hoy ha sido fácil, ya os iré contando más adelante.
Y lo último pero no menos importante. Todas las semanas tenemos reservada una hora de sauna en la parte baja del edificio, los miércoles de 8 a 9 de la tarde. Hoy a sido nuestro primer día y estamos encantados con la experiencia, encantadoramente reventados. De vuelta, nos ha caído la primera nevada. Ahora mismo nos asomamos por la ventana y vemos todo el patio interior blanco, blanco como la nieve, claro, ¡es que es nieve! Es lo que tiene estar a 0,8 grados...
Sólo añadir que esta entrada ha sido pelín más larga, sólo para compensar la falta de foto/s. Hasta que no llegue la mudanza no tendré forma de pasarlas de la cámara al ordenador :(
¡Besos adornados con copitos de nieve!